El poder terapéutico de la naturaleza se ha conocido desde tiempos inmemoriales. Las plantas y las flores tienen un efecto energizante, sus esencias proporcionan placer, sus formas y colores nos pueden transportar, y todo el esplendor de la naturaleza nos nutre. En un plano más físico, las plantas nos proveen de alimento y medicina. Pero a un nivel invisible, el plano de las vibraciones, todo esto es fascinante.
La ciencia se está empezando a interesar por algo que todos sabemos instintivamente ‚Äì el poder curativo de las plantas. En el siglo XVI Paracelso describió el poder curativo del rocío de las plantas. Todo en el mundo está compuesto por vibraciones. La naturaleza (y también la música) se valen de estas vibraciones para proporcionar patrones armoniosos.
El Dr Edward Bach (1886-1936) fue un médico licenciado, bacteriólogo y homeópata. Se le conoce dentro de la homeopatía por su medicamento Bach Nosodes, compuesto de flora intestinal. En los años 20 practicó la homeopatía en Londres, aunque se hizo célebre al crear sus remedies, las Flores de Bach.
Bach hizo tres observaciones importantes. Primero, que la gente podía clasificarse en grupos, de acuerdo con su forma de ver la vida y su personalidad (algo que las Flores de Bach tienen en común con la homeopatía). En Segundo lugar, desarrolló su sensibilidad intuitive hasta el punto de ser capaz de experimentar un estado emocional, y luego encontrar el apoyo de la naturaleza (en forma de una esencia de la flor adecuada) que resolvía su estado. Por último, desarrolló un sistema que hacía posible transferir la energía de los árboles y flores, al agua, que luego preservaba en brandy, pudiendo así recetar remedies con esta fuente.
Bach trabajó con sus nuevos remedies en Londres, Cromer y pasó los últimos años de su vida en Oxfordshire. Su legado fue continuado por Nora Weeks y Victor Bullen, y luego otros del Bach Centre en su casa. Gradualmente la gente de Gran Bretaña y eventualmente el mundo, empezaron a sentirse intrigados por los beneficios de sus gotas.